Asistí, y esto debió de ser en el otoño de 1976, a una conferencia sobre la brujería en el Alto Aragón, a cargo de Ángel Gari, cuyos estudios sobre el tema son sobradamente conocidos y reconocidos por su rigor histórico.
Me sorprendió que hablara de las peculiaridades de cierto libro, conocido como el Grimorio de San Cipriano de Antioquía, o "Ciprianillo".
Y es que, en cierta ocasión, oí referir a mi abuela cierto suceso acaecido a su padre, Domingo Quílez Isidro, a quien he nombrado en una entrada anterior.
Mi bisabuelo Domingo, iba con frecuencia a casa de su suegro, cirujano de la comarca, para curiosear entre sus libros. Y cuando tuvo uno de ellos en las manos, su suegro se lo arrebató inmediatamente, gritando: "¡Ese no, Domingo, ese no!" Luego, lo arrojó al fuego de la chimenea, y el libro saltaba de las llamas, hasta que, sujeto con una tenazas, lograron quemarlo, a costa de muchos esfuerzos.
Decía mi abuela, que su padre quedó horrorizado por el fenómeno, y que, desde entonces, ya no
tuvo más humor para reírse de los cuidados de su mujer, mi bisabuela Antonia, en su afán de que las brujas no se colaran por ningún resquicio de la casa...
Me quedé con las ganas de preguntar a Ángel Gari sobre el hecho, porque éste, envuelto en una multitud de seguidores y admiradores, quedó lejos de mi alcance...
Por los pocos indicios que poseo, tal libro bien pudo ser un grimorio...
Mis conocimientos son superficiales, y estoy a años luz de las exhaustivas investigaciones de este autor, apasionado y empeñado en sacar a la luz todo lo referente a los casos de brujería en el Pirineo Aragonés. Pero guardo en la memoria el recuerdo de cuanto me contó mi abuela, y no deja de inquietarme...
(Fotografía: Ángel Gari. Diario del Alto Aragón).
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