viernes, 10 de diciembre de 2010

Noche de nevada...

El 23 de diciembre de 1966, Jaca amaneció cubierta por una espesa niebla. Conforme avanzaba el día, la niebla iba tomando un suave tono rosado. Yo sabía que iba a nevar. Salí a dar una vuelta con Jesús Escoda, que vivía cerca de casa, y apenas nos aventuramos hasta la orilla del río Gas.
No hacia frío. Por la tarde, el tono rosado de la niebla, se fue tornando cada vez más intenso. Ya de noche, abrí las contraventanas de la cocina, y dije a mis abuelos: "¡Hala, cómo nieva! ¡Si caen unos copos enormes!". Y los tres, abrimos un momento la puerta que daba a la terraza, para ver el comienzo de la nevada. La majestad de la nieve... El invierno en su más pura expresión...
Al día siguiente, Nochebuena, continuaba nevando...
No pude resistirme a dar una vuelta por el Paseo de Invierno, y regresé a casa sacudiéndome la nieve, antes de entrar en el patio...
Esa Nochebuena, Luisa, nuestra vecina, pasó a cenar con nosotros, como era habitual. Todos se retiraron pronto a descansar, pero yo me quedé leyendo hasta muy tarde...
Me asomé una vez más, y seguía nevando...
Un cielo rosa intenso, y unos enormes copos...
La majestad del invierno y su silencio...
Yo leía un libro de Pearl S. Buck, titulado "Otros dioses", que me regaló Luis de Latorre al final de la acampada que habíamos hecho a dos mil metros de altura, en los montes de Borau, durante el mes de julio...
Una novela, que, todavía me sigue apasionando por sus contrastes, y que trata de la enorme fuerza que ejerce a opinión pública en Estados Unidos...
Cada vez que contemplo el lomo de "Otros dioses" en su estantería, recuerdo aquellas fechas lejanas...
Y no puedo dejar de sentir nostalgia...