lunes, 24 de agosto de 2020

Jaca. Afueras de San Francisco.







Jaca. Afueras de San Francisco.
Fotografía y edición 
de D. Francisco de las Heras.
Posiblemente, entre 1925/30.


Recuerdo haber contemplando esta misma imagen,
allá por la segunda mitad de los cincuenta.

A la izquierda, en el edificio que aún perdura,
estaba el "Hostal de Oroel",
en cuya terraza "cayó" más de una cerveza,
de vuelta de alguna caminata veraniega.

En el centro, "La Bagatela",
que no resistió la fiebre constructiva de los  80.
En 1976, aún estaba en pié.
Había sido academia entre 1940-50.
Mi padre fue profesor
y creo que jefe de estudios,
con un sueldo bastante menguado,
dicho sea de paso.

Desde la terraza del "Somport",
aún podía contemplarse la silueta de Oroel.

A la derecha, el paseo de Alfonso XIII,
que tántos nombres ha tenido.

No los voy a enumerar...













(Archivo: jacaenlamemoria).











miércoles, 5 de agosto de 2020

Jaca. Paseo de Alfonso XIII.







Jaca: Escalinata del Paseo de Alfonso XIII
y carretera de Zaragoza.

Fotografía de D. Francisco de las Heras.
Sobre 1920.


Conocí la entrada al Paseo,
muy diferente de la de ahora.
Tenía el aspecto
del acceso a un recinto militar.
Una imagen difusa,
en una tarde de verano.
Mi madre solía llevarme allí,
porque podía corretear sin peligro.
Alguien nos saludó desde arriba,
algún familiar,
quizás un vecino.
Me gustaba el Paseo,
porque representaba
tardes de relativa libertad.
Luego, cuando llegaban los fríos,
mi pequeño universo se reducía.
Sólo la terraza,
con Oroel al fondo,
constituía un escape.
La casa era oscura.
Y el largo pasillo, muy poco acogedor.
Mientras, la paciente espera,
hasta el siguiente verano.
Quedaba muy lejos.
Pero aún me hallaba
en ese tramo de la infancia,
donde el tiempo, afortunadamente,
todavía no tiene medida.












(Archivo: jacaenlamemoria).

martes, 4 de agosto de 2020

Jaca: "La Garisea".







"La Garisea", en el Valle del Aragón.

Los domingos, después de la Misa en el colegio,
el pequeño grupo de amigos,
solíamos dar un paseo,
quizá por respirar aire puro y limpio,
muy distinto
de la atmósfera enrarecida del aula,
en la que languidecíamos durante meses.

El Paseo de la Cantera, 
nos atraía especialmente.

Era lo más lejos que podíamos llegar,
dentro de "los límites" establecidos,
que marcaban las zonas seguras,
diferenciándolas
de los lugares "peligrosos".

Y allí, acodados en la barandilla,
contemplábamos el valle,
y, cómo no, "La Garisea".

Algún domingo invernal,
con las naricillas irritadas por el frío,
llegábamos hasta "el árbol de la salud".

Los castaños de Indias  
se desprendían de sus frutos,
grandes y brillantes,
que recogíamos con cierta avidez,
para regresar con los bolsillos llenos.

También nos agradaba el bosque de pinos,
con su misterioso y húmedo perfume.

El musgo, esponjoso, tierno,
aún no se había liberado de la escarcha,
y era difícil resistir la tentación
de hundir las manos en él...

Quién vivía en "La Garisea..."?

Nunca lo supe.

Y sigo sin saberlo.














(Archivo: jacaenlamemoria.
Imagen: Hauser y Menet. Madrid.
Años treinta).