viernes, 5 de junio de 2009

La torre del reloj.




Era "la torre del reloj".
Para todos.
Sus campanadas marcaban la vida de nuestra ciudad día y noche.
Daba los cuartos, las medias y las horas. Y creo que repetía las horas.
En las noches de invierno, solitarias y larguísimas, interminables, las campanas de la torre eran la única compañía. "-Aún faltan cuatro horas para levantarme.."
Y volvía a las profundidades del sueño...
Mi tío, Gregorio Val, subía cada semana, provisto de una llave, para dar cuerda a su maquinaria.
Mi tío Gregoria, regentaba un establecimiento en la calle mayor, que era a la vez óptica y relojería.
De niño, con mi primo José Luis Val, enredábamos en el interior, con los extraños aparatos que manejaba su padre.
Hoy, la óptica Val ya no está en el lugar de siempre. Se halla en la acera opuesta de la calle mayor.
Esta fotografía la hice una tarde de septiembre de 1969.
Pocos días después, desmontaron el chapitel, bajaron las campanas, que duermen ahora en la entrada del Ayuntamiento, y su voz se sustituyó por un carillón moderno, que comenzó a sonar
ese mismo mes, y que fue acogido con cierta reserva.
Recuerdo muy bien la torre en invierno, cuando la nieve atenuaba el sonido de las campanas, y una cierta tristeza se apoderaba de la ciudad.
Alguna vez he soñado con el viejo reloj de la torre.
Ya se sabe que los sueños son caprichosos...

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