miércoles, 5 de mayo de 2010

...una costumbre del Viernes de Mayo...

Hasta bien entrados los ochenta, y antes de que mi madre dejara la casa de la calle Escuelas Pías, para ir a ocupar una vivienda más confortable, aún colgaban de una escarpia de la bodega unas varillas de hierro, que, por un lado tenían un asa, y por el otro, una punta roma, estrechada lo suficiente para que cupiera un fulminante o "pistón", como nosotros lo llamábamos... El día anterior a la fiesta, ya habíamos dado el suficiente mal para que nos soltaran dos o tres pesetas, con las que comprar, en la armería de la calle Zocotín, una provisión de fulminantes. Y así, el Primer Viernes de Mayo, salíamos a la calle con la varilla y la cajita de las municiones, que eran para cartuchos de escopeta de caza. Se colocaba uno en el extremo, y se golpeaba con fuerza contra el suelo... La detonación no era muy notable, precisamente, pero, para nosotros, la chiquillería de entonces, constituía una hazaña... Recuerdo a cierto colegial, que lloraba como un desesperado, porque la provisión de fulminantes se le había caído en un charco, quedando inutilizados, y él, desprovisto de toda posibilidad de diversión... Y con el "gancho" en la mano, (así llamábamos a las varillas), inservible ya... Vamos, la imagen de la desolación... Siempre había espíritus compasivos, o el amigo inseparable, que le ofrecían uno o dos fulminantes, como muestra de solidaridad...
Solíamos guardar aparte unos pocos "pistones", para detonarlos al mismo tiempo que las escuadras de artesanas y labradores hacían sus descargas...
También se daba el caso, de que los miembros de una pandilla se pusieran de acuerdo, para golpear el hierro contra la acera o los adoquines, al unísono, a fin de lograr un mayor efecto...
Existía también el malintencionado, que hacía su descarga tras dos o tres viejecitas que contemplaban el paso de la comitiva... O que, estratégicamente situado a espaldas de un grupo de colegialas del colegio de las Benedictinas, o el de Santa Ana, cargaba incluso con dos fulminantes, para solazarse con el griterío que provocaba la inesperada detonación...
Otros tiempos eran..., ni mejores ni peores, simplemente, otros tiempos...

1 comentario:

  1. Si hoy propusiéramos a nuestros hijos (o quizá ya a nuestros nietos) jugar a eso llamarían inmediatamente al loquero, que vendría rápidamemente, incluso abandonando servicios sin duda menos urgentes, y nos ataría con doble soga. También si les sugiriésemos empujar una rueda metálica con un palo o gancho, o el juego llamado "A la una andaba la mula" ("a las dos la coz", "a las tres la cruz de San Andrés", "a las cuatro brinco y salto".... etc -si alguien se acuerda de los 30 números que me lo comunique, gracias-), o a las canicas (chiva, pie, tute, con posibilidad de matute, y gua) o, ya más mayores, al "Churro, mediamanga o mangantera" o al "Terreno" (cuadrado hecho con navaja en tierra blanda del que se iba apropiando cada contrincante diversos "cachos" clavando esta de punta en el suelo y corriendo la raya, hasta que a su oponente ya no le cabía el pie en su "cacho" restante).

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