No tengo ninguna fotografía de Dª Gloria Mendicote, esposa de D. Antonio Pérez LLorente de los Ríos, que fue funcionario del Ayuntamiento de Jaca.
En el otoño de 1963, mi abuela, sin ninguna razón aparente, me llevó a la academia de mecanografía, taquigrafía, y cultura general, que Dª Gloria tenía montada en su propio domicilio,
calle Joaquín Costa, 8.
No puse ninguna objeción, porque todo lo que fuera "enredar" con cualquier tipo de máquina,
me atraía sin remedio.
Así, si cierro, los ojos, puedo evocar aquella casa, el espacio "multiuso", donde Dª Gloria,
que no permitía ser llamada de otra manera, impartía sus enseñanzas...
Y ese olor a manzanas, que lo llenaba todo...
La tarde en la que fui con mi abuela, para concertar las clases, me equipó con un método de mecanografía, que aún debe de andar rodando por algún sitio, un paquete de cuartillas,
y la recomendación de que fuera puntual.
Al salir, me obsequió con una manzana, de las muchas que había sobre una consola.
Todas las tardes, acudía puntualmente a mi clase, y tecleaba sin parar, primero con un dedo,
luego, con dos, luego con tres..., hasta utilizarlos todos...
A esta serie de ejercicios, siguió el escribir continuamente una frase, que nunca se ha borrado de mi memoria: "Mi casa está cerca del mar".
Y de la casa junto al mar, pasé a escribir, primero Padrenuestros, y después Avemarías,
en cantidad, creo yo, suficiente, para lograr un palmo de Cielo, siquiera...
Había más alumnos... Y alumnas... Chicas que iban a aprender también el arte de "escribir a
máquina", como se decía entonces, con el fin de promocionarse, ya fuera en el trabajo, o
en la vida, en general...
Recuerdo a dos: Una, con el cabello de un tono rubio oscuro, muy simpática, muy cumplidora,
y que siempre me deslizaba algún caramelo, que colocaba pegado a "mi" máquina de escribir,
una enorme "Underwood", y que yo, al mínimo descuido, saboreaba con deleite...
La otra, una morena muy pizpireta, que nunca llegaba a punto, porque siempre se quedaba un rato en el patio, con el novio, lo que hacía que Dª Gloria se saliese de sus casillas, para terminar con la frase lapidaria: "¡Qué le vamos a hacer! Ya estará pelando la pava..."
De los otros alumnos, que acudían a "cultura general", sí, los recuerdo, pero, como a veces acudían a otras horas, no puedo precisar...
Tenía un perrucho, blanco, al que llamaban "Titín".
Muy mimado por todos, consentidísimo, pero de carácter alegre y amistoso.
Tuvieron otro "Titín", que murió de viejo, al que no llegué a conocer...
Y para que se perpetuara en la memoria, al nuevo, le dieron el mismo nombre.
Hizo frío ese otoño...
Fue el otoño del asesinato del Presidente Kennedy, que causó una conmoción en nuestro país, como nunca nadie se hubiera imaginado...
Mis abuelos y yo, escuchábamos las noticias de la radio, y así, llegamos a conocer a todo el conjunto de personajes que protagonizaron el triste drama...
Era motivo de conversación, en tertulias, bares, tascas, casinos..., y sólo la Navidad comenzó a poner algo de sordina al suceso.
"¡Hola!", "Lecturas", "Semana", y toda la prensa "del corazón", se inflaron de publicar reportajes, sacando, incluso, números especiales...
No digamos la televisión...
Dª Gloria tenía su televisor en un mueble de aquellos que ya comenzaban a estilarse, y que, todavía hoy, persisten en algunas casas...
Nosotros, de vez en cuando, echábamos una ojeada, primero a Dª Gloria, y después, a la pequeña pantalla...
Estaba cubierta por un plástico transparente, de tono anaranjado, ya que, aseguraban que así no se dañaba la vista. Alguna vez, sobre todo cuando aparecían los dibujos animados, cesaba mi constante teclear, y Dª Gloria Mendicote de Pérez, me llamaba al orden, lo que era motivo de risas por parte de todos, y de cierta vergüenza por mi parte, más por el hecho de haber sido sorprendido, que por la distracción en sí.
Las máquinas de escribir, estaban colocadas en una bancada, adosada a la pared...
A nuestra espalda, un retrato al óleo de la buena señora, parecía vigilarnos también...
¡Qué lejanas tardes...!
Cuando ya comenzaba a manejarme con la "mecanografía al tacto", habíamos llegado a mayo...
Y yo no podía parar quieto...
El insistente aprendizaje, se me antojaba árido, pesado, y aburrido...
En realidad, era "tiempo de grillos", y no deseaba otra cosa, que ir de caza a los glacis de la Ciudadela, con un bote en una mano, y un tallo de hierba o una delgada ramita, en la otra,
para ir sumando capturas...
Así, que, pretextando que tenía que estudiar mucho, le dije a mi abuela que ya seguiría las clases el próximo otoño...
Mi abuela, se me quedó mirando, y, como no era tonta, aunque dijo que estaba de acuerdo,
no se tragó lo de la proximidad de los exámenes de junio...
Y más, cuando el número de grillos aumentaba estrepitosamente día a día...
Pero se calló, y no hubo nada más que añadir...
Esto último sucedía a primeros de mayo de 1964...
(Archivo: cuevadelcoco).