Aquella mañana del lunes de Pascua de 1963,
al despertar, lo primero que contemplé
fue la fachada del último piso,
del Colegio de los PP. Escolapios,
iluminada por el primer sol de aquel día...
El sol teñía los muros grises
con tonos anaranjados...
Y me quedé unos instantes, todavía bajo el tibio cobijo
de sábanas, mantas y edredón,
porque la primavera era fría,
intentando conservar en la memoria
la luz de aquel momento...
Era día festivo...
Las clases no se reanudarían hasta el martes...
Más tarde, fui con mi abuela y mi padre
a comprar dos "huevos de Pascua"
a la pastelería Echeto...
Los llevaba con muchísimo cuidado,
como un tesoro,
y, dentro, seguro que había algo,
quizá unos pequeños caramelos,
porque sonaban al chocar con el chocolate
a cada paso que daba...
En casa, no me atrevía a romper la "cáscara",
y así, el mío, estuvo cierto tiempo
sobre la estantería del cuarto de estar...
Mi hermano, enseguida dio cuenta
del apetitoso chocolate...
¿Cuándo me decidí a abrir el huevo de Pascua...?
No lo recuerdo...
Sí conservo en la memoria, la luz de aquella mañana,
el primer sol, el cielo azul,
y los muros anaranjados...
En junio, fallecería S.S. el Papa
Juan XXIII...
Junto al P. Santiago López,
contemplaba a través de la televisión,
las exequias
por el Papa difunto...
El P. Santiago, me explicaba
el significado de
los ritos funerarios...
El buen Papa Juan, se había ido...
(Archivo: cuevadelcoco).
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