Querido P. Damián: Ante todo, mi enhorabuena, mi más cordial, afectuosa y sincera enhorabuena...
Fue antes de la pasada Navidad, cuando tuve noticias de su futura ordenación sacerdotal...
Y la noticia corrió entre todos aquellos que lo conocimos, y que tuvimos la feliz ocasión de convivir con usted, de una u otra forma...
Pero el mayor grado convivencia y comunicación fue en la nieve..., esa nieve de Candanchú, en aquellos años de finales de los sesenta y principios de la década de los setenta...
Conservo algunas fotografías..., y, como decimos siempre, "parece que fue ayer"...
Ha pasado el tiempo para todos...
Aquella "pandilla" de entonces..., estamos desperdigados por el mundo...
Unos, más cerca de Jaca, otros, muy lejos...
Pero, yo creo que todos mantenemos un vínculo con la ciudad...
Del antiguo y querido colegio, sólo existe una imagen en nuestra memoria...
Imagen que no se ve alterada por el trsnscurso de los años...
Aquel colegio de nuestra dorada infancia...
Recuerdo su cuarto, en la primera galería...
El sol iluminaba las plantas, que, defendidas de la intemperie por las cristaleras, lucían sus flores y su verdor todo el año...
En fin...
Yo, a usted, lo recuerdo siempre joven y dinámico...
Con el rostro quemado por el resplandor de la nieve...
¡Felices fines de semana en aquellas pistas...!
Y, de pronto, me entero de que va a recibir la dignidad sacerdotal.
El "catecismo" de aquellos tiempos, al principio de los sesenta, nos enseñaba que existen tres sacramentos que imprimen en el alma una señal imborrable...
P. Damián, ya ha recibido los tres...
Hubiera querido estar presente, participar de su íntimo gozo, pero no ha podido ser...
Lo he intentado, pero, cuando leí la noticia en "El Pirineo Aragonés", usted ya era sacerdote...
Debió de ser un día muy especial en su vida..., seguro que sí...
Ser ordenado a la edad de setenta y seis años, es señal evidente de que nunca es tarde...
¡Ánimo, queda muchos años por delante!
Que su nueva misión en este mundo, deje, y no dudo de que así será, un dulce recuerdo, de bondad, compresión y amor...
¡Enhorabuena, Padre Damián!
¡Es un privilegio poder llamarlo así!: Padre...
Ruegue por todos nosotros, recuérdenos cuando se aproxime al altar, y celebre el memorial de la Eucaristía..., dedíquenos unos instantes, para que su plegaria por todos nosotros llegue a esas Alturas, por ahora inalcanzables...
¡Dichoso usted, y bendito sea, porque ahora..., está más cerca de Dios...!
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