Noviembre, 1971.
Aquel año, las nieves se adelantaron. Por estas fechas, medio metro de nieve cubría la ciudad.
Me agradaba pasear, al anochecer, sintiendo el crujido de la blanca alfombra, como solía decir el Padre Juan Otal. ¿Su segundo apellido era Plo...?
Creo que sí...
Y regresaba tarde a casa, pasado el "límite" de las diez.
Medio metro de nieve...
El paseo de invierno, iluminado por las nuevas faroles, estaba solitario.
Una débil luz, allá, en Asieso.
A finales de mes, la nieve comenzó a fundirse, y las inevitables "chapaletas", me hacían sentir un no sé que de tristeza...
La nieve se iba...
Quedaba una humedad gris y fría...
Brilló el sol, por fn, una mañana.
Y aquella nevada desapareció...
Creo recordar que me adentré por los caminos, en direccón a las fuentes de Barós...
Por allí, algunas manchas de nieve, se fundían lentamente...
Había dos cosas que me enturbiaban el pensamiento: La nieve , que no sabía cuando iba a volver, y la proximidad de las Navidades. Porque tras ellas, la tristeza me invadía de nuevo...
Y así, mi única vía de escape era deabular po lo caminos desiertos, esos familiares caminos que rodean la Montaña.
Aspirar el perfume de la tierra húmeda, llenarme los pulmones de viento helado, y, regresar, ya más tranquilo...
Desde el puente del río Gas, contemplaba las luces de l ciudad...
Y subía por la cuesta, hasta llegar a las benedictinas...
Fue un invierno extraño...
¡Hace tanto tiempo..!
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