Una tarde de febrero,
tras una buena batalla
a base de bolas de nieve,
llegamos a casa hechos una sopa...
Y con las manos enrojecidas,
que preludiaban sabañones
y su molesta picazón...
El resultado...,
unas anginas descomunales,
y el "Farmapén"
recetado por D. Eduardo del Pueyo...
Pero, al cabo de una semana,
estábamos otra vez en las mismas...,
si aún quedaba nieve...
¡Ay, la Ciudadela...!
Entonces,
se entraba y se salía
como si tal cosa...
Y, nosotros,
colegiales aventureros e incorregibles,
¡bien que lo aprovechábamos...!
(Archivo: cuevadelcoco).
Menuda nevada, no se verían los ciervos !!
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