Un aula en el Colegio de los Padres Escolapios.
No me gustaban los días de lluvia,
porque el colegio, de por sí grave y severo,
se tornaba aún más sombrío...
Las aulas, donde imperaba un obligado silencio,
tomaban un tinte amarillento con la luz eléctrica,
que, en jornadas así, permanecía encendida
durante todas las horas de clase...
Sobre la tarima, una mesa, y tras ella,
el padre que tenía la asignatura a su cargo...
Por las campanadas del reloj de la torre,
podía saber la hora, un modo de calcular el tiempo,
que parecía alargarse cada vez más...
La relatividad...!
Sí, allí se hacia presente la famosa teoría...
Era ya de noche cuando sonaban dos palmadas...
Como autómatas, todos de pie...
La ultima oración, y, por fin, a casa...
Una tenue llovizna abrillantaba las aceras,
reflejando la luz de las farolas...
Me detenía un momento, aspirando el olor a humedad,
sintiendo un ansia irrefrenable
de espacios abiertos, inmensos e infinitos...
(Archivo: jacaenlamemoria.
Imagen: mirarlook/cuevadelcoco).
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