En agosto de 1983,
hice las últimas fotografías del Colegio.
Pasé una tarde, cámara en mano,
recorriendo aquellos espacios,
que llenaron mi infancia,
mi adolescencia,
y también mi juventud,
aun cuando ya no asistía a él...
Todo eran recuerdos...
Recuerdos de rostros,
desvanecidos por la luz corrosiva del tiempo,
perdidos en los vericuetos de la memoria...
Pero aún asomaban algunos,
y en más de una ocasión.
hube de contener alguna lágrima...
!El Colegio iba a ser derribado...!
Claro, que, al lado del nuevo,
situado en un lugar privilegiado,
con el Monte Oroel como fondo,
no había ni punto de comparación...
Grandes cristaleras,
aulas plenas de luminosidad...
Habitaciones cómodas y bien orientadas...
¡Un magnífico Colegio...!
Con todo, sentía la tristeza
de quien sabe que va a perder a un ser querido...
Como esas tías, casi centenarias,
a las que visitaba alguna vez,
y que llevaban muriéndose varias décadas...
Pasó un año...
En 1984, subí a Jaca, para
las fiestas de Santa Orosia...,
y, contemplé los restos
de lo que fue una parte de mi vida...
Tomé la cámara,
y fotografié esos restos,
que pueden contemplarse en la fotografía...
En aquellos tiempos,
cuando la era digital al alcance de todos,
constituía casi un relato
de fantasía científica,
todavía me revelaba mis propios carretes,
en blanco y negro, claro...,
pues para el color sólo utilizaba la diapositiva...
Y, así, pude guardar el último suspiro,
el postrer aliento de aquella Escuela Pía,
que se remontaba al siglo XVIII...
En agosto del mismo año, sólo quedaba un solar...
Y un hueco vacío en mi corazón,
que no habría de llenarse jamás...
(Archivo: jacaenlamemoria.
Imagen: mirarlook/cuevadelcoco).
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