"El triunfo de Barco",
conocido popularmente
como "Los borrachos".
Diego Rodríguez de Silva y Velazquez.
En Jaca, como en todo lugar,
había una tropa de borrachos...
Los habituales...,
y los ocasionales...
Los primeros,
no tenían día ni hora...
Aunque, podía vérseles en los atardeceres,
tambaleantes,
y, como bien dijo
D. Francisco de Quevedo,
eran "hombres toneles,
andando a lo columpio..."
Inofensivos,
deambulaban por las callejuelas,
sobre todo,
por la archifamosa "senda de los elefantes"...
Habíalos callados,
habíamos cantadores,
y también estaba
la variedad de los vocingleros...
Los callados,
arrastraban su "calentura",
como formas espectrales...
Imponían un cierto respeto...
Porque...,
¿qué pena profunda
los empujaba
a su cuasicotiniano recorrido...?
Los cantadores,
comenzaban en silencio,
y su afición "carusiana",
Iba "in crescendo",
hasta la madrugada...
De vez en cuando,
se abría un balcón,
y se escuchaba una voz,
soñolienta,
y no enojada,
que decía:
"¡Hala, Fulano,
vete a dormirla!
!O cambia de sitio,
que mañana madrugo!"
Y, el interpelado,
se iba con su música a otra parte...
Los vocingleros,
aireaban sus intimas querellas,
casi siempre de orden
familiar o laboral...,
Y con el tinte oscuro
de una queja común:
El maltrato de la vida...
Estos últimos,
en alguna ocasión,
enólicamente,
como es de comprender,
y ponían a caldo al gobierno...
Los "municipales" de entonces,
hacían oídos sordos,
y los dejaban en paz...
También en mi familia
hubo algún borrachín de primera...
Lo recuerdo tumbado,
una mañana veraniega,
sobre la hierba,
húmeda por el repente,
junto a la fuente de San Juan...,
en la bajada de las Benedictinas...
Cierto día,
se fue al entonces
Asilo de Ancianos...
Pero,
como la cabra tira al monte,
y más en estos casos...,
regresó al Asilo a deshora,
y con una pítima de categoría..
La hermana que lo recibió
tras la puerta de hierro colado,
le preguntó si volvía
"caliente" o "fresco"...
Y, al decir que "caliente",
( no mienten los borrachos...),
lo dejó fuera toda la noche,
"hasta que se le pasara la talanquera"...
Un vecino nuestro,
de una de las casas próximas,
falleció,
seguramente en estado de "gracia"...
Mi madre, se asomó a la ventana,
y se retiró diciendo:
"Ya lo llevan al Camposanto..."
Luego, la oí cantar,
por lo bajini,
eso de:
"¡...pobrecitos los borrachos
que están en el Camposanto...!
¡...que Dios los tenga en Su Gloria
por haber bebido tanto...!"
Quizás a modo de póstuma oración...
No me olvido de los dimingueros...
En cierta ocasión,
un mozo del lugar,
enganchó una buena tajada...
No conocía ni a su madre,
que iba tras él, llorando,
y lamentándose:
"¡...qué le habrán dado a mi hijo,
qué le habrán dado...!"
Otro día,
contaré más cosas...
(Archivo: jacaenlamemoria).