miércoles, 21 de octubre de 2015

El primer día de clase...

 
 


El día 15 de septiembre,
 
daban comienzo las clases,
 
en lo que entonces se llamaba
 
y también se conocía,
 
como Enseñanza Primaria...
 
 
Al terminarse el mes de agosto,
 
una sensación de  inquietud
 
se apoderaba de nosotros...
 
 
¡El día quince no estaba lejos!
 
 
Por Orden Ministerial,
 
había que acudir de nuevo a clase,
 
lo mismo en la privada que en la pública...
 
 
Salvo que ese día cayera en domingo...
 
 
Pero no..., el día 15 de septiembre de 1960,
 
cayó en mitad de la semana...
 
 
Jueves, claro está...
 
 
El curso anterior, había tenido
 
como profesor,
 
al P. Agustín López...
 
 
Y a su clase me dirigí,
 
como estaba mandado,
 
a la espera de acontecimientos...
 
 
Que no llegaron hasta
 
primera hora de la tarde...,
 
cuando el P. Jesús Angulo,
 
subió a buscarnos,
 
a todos los que pasábamos de curso...
 
 
La tarde anterior,
 
no había estado yo de muy buen humor,
 
precisamente...
 
 
Y es que el verano,
 
dulce, lánguido y dorado,
 
libre de preocupaciones,
 
quedaba atrás...,
 
y se alejaba si remedio...
 
 
El P. Jesús Angulo,
 
que siempre tuvo conmigo
 
una actitud deferente y afectuosa,
 
me recibió, sonriente...
 
 
¡Estaría bien ese año...!
 
 
Pasábamos de la "segunda" clase,
 
a la "tercera"...
 
 
¡Qué mayores...!
 
 
Retacos con ocho y nueve años...
 
 
Y, sin sentirlo,
 
todo fue un tráfago de libros,
 
cuadernos, lápices,
 
gomas...,
 
y los inevitables bolígrafos...
 
 
Mi abuela me acompañó a una papelería,
 
y ´de allí, salimos
 
con uno de colores verde y blanco...,
 
que, no sé por qué,
 
llamó mi atención...
 
 
Aquel curso...,
 
¡íbamos a escribir con pluma!
 
 
"Plumilla y manguillo, Padre...!,
 
era la petición de aquellos días...
 
 
En cada pupitre había dos tinteros...
 
 
Y los primeros intentos...,
 
¡un desastre!
 
 
En fin, tiempo al tiempo...
 
 
¿Con quién me sentaba yo...?
 
 
Como hubo varios cambios a lo largo del curso,
 
no lo recuerdo bien...
 
 
Así fue, poco más o menos,
 
el comienzo de aquel curso,
 
tan separado de hoy por cúmulos de tiempo...
 
 
¡Qué enormes distancias...!
 
 
Y...,
 
¡qué inevitable nostalgia...!
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
(Archivo: cuevadelcoco.)