domingo, 24 de abril de 2011

Ha muerto el hermano Casimiro...

Sí, ha muerto el hermano Casimiro, y lo he sentido muy sinceramente...
Hay personas, que, nos parecen atemporales, ajenas al paso del tiempo...
Y, sin embargo, tienen su último día...
Y, entonces, el alma se estremece, el pensamiento se encoge..., y es que..., nos vemos reflejados...
Dolorosamente reflejados...
Hace ya mucho tiempo, éramos jóvenes, Santiago Calonge, Andrés Sánchez y yo, concurríamos casi todas las tardes, a la habitación del hermano Casimiro, donde hablábamos de todo, escuchábamos música, contemplábamos las diapositivas que nos proyectaba, de cuando estuvo en Italia...
Y siempre nos íbamos contentos, volvíamos a casa contagiados de la alegría que nos comunicaba...
También nos decía las verdades...
En eso era inflexible...
Pero siempre, con un tono humano, no exento de ironía...
En su cuarto, entrando por la galería encristalada del antiguo colegio, había, a la izquierda, una cama...
Donde Santiago Calonge o Andrés, solían acomodarse...
A mí, me daba cierto respeto...
Un cuadro mío, representando el interior de la Catedral de Jaca, ocupaba un lugar en una de las paredes.
A la derecha, el lavabo. Y una mesa, con algunos cachivaches.
Otra mesa, de despacho, en el centro, tras la que colocó un sillón de recia madera y asiento y respaldo de cuero repujado, que rescató del olvido... Estuvo años y años en el Coro, y él, lo limpió, abrillantó el cuero, y lo usó como asiento...
Un venerable sillón, en verdad...
A veces, del armario, situado a la derecha, sacaba una caja de pastas, y una botellita de moscatel...
Y nos servía dos dedos de aquél vino delicioso, que nos sabía a gloria..., en un vasito de cristal, que, nos ocupábamos, cada uno, en lavar tras su uso...
Y tomábamos una o dos pastas, nada más...
El hermano Casimiro nos tenía cariño...
Se preocupaba por nosotros, y procuraba hacernos felices, a su manera...
Con pequeñas cosas...
Ahora, descansa...
Lo imagino, sentado en su sillón, contemplando el paso de las nubes, al atardecer...
Vivió para la comunidad.
Estuvo entregado al Colegio.
Y así, en sus sencillas ocupaciones, se fue dejando la vida...
Acaso la existencia sea eso, el día a día, sin más pretensiones...
Quizá el hermano Casimiro llegó a saberlo..., y quizá se sintiera feliz...
Los laberintos del alma son muy complejos...
No hay nada seguro ni cierto.
Pero..., espero que así fuera...
Poco a poco, la Comunidad que yo conocí, va emprendiendo el inevitable viaje...
El hermano Casimiro, bien traspasada la barrera de los ochenta años, ya está en un lugar donde nada necesita...
Y le envío mi mejor deseo:
Descansa en paz.

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